Pearl Jam: los verdaderos sonidos de la libertad

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Los oriundos de Seattle dieron un show vibrante de más de tres horas en donde presentaron Lightning Bolt y revalidaron un vínculo único con el público argentino que trasciende la idolatría
Por Pablo Díaz Marenghi* (8/11/2015)

“Gracias por hacernos sentir tan grandes” dice Eddie Vedder con los ojos vidriosos y una sonrisa que aparenta ser muy sincera. El auditorio lo aplaude y ovaciona a los gritos. La cofradía PJ, que había copado La Plata desde temprano, dejaba bien en claro que su empatía con los patrones del grunge va más allá de lo musical. Se asemeja a lo vivido por Los Ramones en sus visitas a la Argentina: cada encuentro entre Pearl Jam y el público local general una explosión emotiva difícil de imitar por otro grupo. Eso sucedió en la noche primaveral del 7 de noviembre: aplausos, llantos y emociones para todo público en donde la excusa fue presentar el último álbum de la banda pero en donde sonaron clásicos de todos los tiempos y donde demostraron su inoxidable vigencia. Una banda que sin tapujos reivindica las banderas de la vieja escuela del rock and roll y logra darle una vuelta de tuerca constante a su tradición grunge.

El show arrancó con “Pendulum”, de su último disco, canción tranquila y semi acústica que funcionó como una especie de preludio del huracán riffero que se vendría. Jeff Ament en bajo, Stone Gossard y Mike McCready en guitarras, Matt Cameron en batería y Kenneth Gaspar en teclados conformaron un engranaje explosivo: durante todo el concierto, con algunos intervalos breves, fueron siempre al extremo dejándolo todo arriba del escenario más allá de cualquier cliché. Arreglos de piano sutiles, parches reventados, pulsos de bajo por momentos hasta punk y guitarras mixturadas una sobre otra componían la estructura PJ que se lucía en un estadio que brindaba todas las garantías sonoras para garantizar un show de lujo. Una maldita máquina de matar. Hasta en temas como “Low Light”, en donde el comienzo sólo con una guitarra criolla y un sonido oxidado forjaban un aura minimalista pero contundente. Con “Elderly Woman Behind The Counter in a Small Town” llegaron los primeros llantos ante una balada fiel al estilo de la banda: elementos del folk estadounidense, acordes sencillos y la voz de Vedder atravesándolo todo. Ese torrente vocal barítono que no tuvo descanso y se mantuvo intacto durante las 33 canciones del concierto. También hubo momentos de pogo rabioso que revivieron esa oscuridad propia de los años 90 con temas como “Mind your Manners” (de su último álbum) y “Do the Evolution”. La voz de Vedder deja de lado la dulzura para gritar con furia las injusticias y oprobios del sistema.
Vedder tomaba un trago de vino, fiel a su costumbre, y se quedaba paralizado ante el amor desenfrenado del público que durante más de un minuto gritaba, y cada vez más fuerte, “ohh, soy Pearl Jam, es un sentimiento, no puedo parar”. Desde el campo levantaban los brazos, como en la cancha, y en las plateas continuaban el rito. La banda solo tenía muestras de agradecimiento en forma de rock, como en piezas como “All Night”, “Dissident” u “Once” –primer corte del disco debut de la banda, una carta de presentación a pura potencia casi punk. Temas nuevos como “Lightning Bolt” y “Sirens” sonaron sólidos y la banda reinventaba con soltura cada solo de guitarra. Gossard y MCGready, cual héroes de la guitarra, riffeaban y soleaban hasta por momentos con la guitarra tras sus hombros y los ojos cerrados.
“Even Flow” marcó otro punto emotivo de la noche cuando Vedder, en un español que describía como “sheet”, contaba que “esta canción la hicimos en el primer show de PJ hace casi 25 años”. El cantante interactuaría mucho con el público y leería, o intentaría leer, varios mensajes en español que tenía preparados de antemano. “Daughter” fue coreada por todo el estadio y seguida por “Life Wasted”, “Rearviewmirror” –otro emblema del grunge oscuro de los 90- e “Inmortality”, del disco Vitalogy. Pearl Jam tiene temas de sobra y la audiencia lo comprueba en cada visita del grupo. Cerca de las 23, las luces se apagarían y llegaría el primer descanso pero el público (y la banda, claro) aun querían más.
“Nuestros corazones desean siempre volver aquí” dice Vedder entre sonrisas. “Cheers”, levanta su botella de vino tinto y todos lo aplauden. El ida y vuelta es constante. PJ es una banda de estadios pero también se da el lujo de tender puentes con su gente. Este segundo setlist abrió con “Footsteps”, uno de los temas más country del grupo en donde dan muestras de su amor por Neil Young y Vedder se luce en la armónica. Como nota de color, al terminar su solo le obsequió su armónica a una chica del público quien no paró de llorar hasta que terminó la canción. Las pantallas gigantes del estadio inmortalizaron su llanto. Luego, llegaría otro punto fuerte de emoción en el cover de “Imagine”, de John Lennon, homenaje mediante en donde Vedder pidió que “iluminemos esta noche, con celulares o encendedores” y el Estadio Único de La Plata se volvió una marea de alfileres luminosos. Cientos de pequeñas luces que cantaban por un mundo sin países y sin guerras, como lo había soñado el oriundo de Liverpool. Luego, el turno de “Corduroy”, otro clásico del grupo, unido a “I Believe in Miracles”, el cover de The Ramones que la banda hace siempre, en un bloque homenaje a “otro John”: Ramone. Vedder recordó con nostalgia su primer viaje a Sudamérica acompañando a la banda punk y revivió la esencia “hey, ho, let´s go” en la ciudad de las diagonales. Luego con “Porch”, de su primer álbum, y “Jeremy”, versiones revitalizadas y con muchos más arreglos de sus versiones de estudio, siguieron encendiendo la llama del pogo que parecía no poder detenerse. El sonido, rockero y explosivo, no tenía fisuras pero su trascendencia iba más allá del carril musical para colarse por el emotivo.
El último fragmento del setlist ya anunciaba la despedida. Luego de dos horas y monedas de show la banda parecía tener energía para mucho más. Hubo lugar para más clásicos como “Black” y “Alive”, que fue casi el cierre ideal pero las ganas de permanecer de todos los presentes (ya con las luces del estadio encendidas) parecían ser más fuertes. “Better Man”, con Vedder en la acústica, fue otro momento emotivo al dejar que el público cante a capela sus estrofas en un spanglish bien argentino. Luego el turno de “Blood”, como evitando el ablande, para que nadie se olvide de las raíces PJ: esas que tuvieron a un Vedder de pelo largo, bermudas y camisas escocesas enrojeciendo su garganta y dando alaridos que forjarían un estilo, junto a otros grupos insignia como Nirvana, Soundgarden y Alice in Chains. “Baba O´Riley”, de The Who, otra versión que suele sonar, fue la antesala a la despedida que fue similar a la apertura del show: otra vez el elegido fue un tema tranquilo, casi acústico, como “Indifference”. Habían pasado más de tres horas y nadie quería abandonar el estadio. Vedder reverenciaba al público, cual actor que termina su función, y amagaba con volver muy pronto (“See you next year” dijo y los fanáticos ya comenzaron a soñar).
Cada visita de Pearl Jam es como un volver a empezar. Los fanáticos obtienen un show impecable con muchas canciones, nuevas y clásicas, pura potencia y emotividad. Sin embargo, cualquier fanático de la música puede conmoverse con un grupo que hace 25 años deja todo en cada escenario que pisa. Un conjunto que supo trascender las barreras del grunge, un género rabioso y disconforme por excelencia, para también conmover con baladas folk e himnos al amor. Una banda que también se reconvierte y sabe captar el pulso del rock, como en su último álbum, Lightning Bolt, con canciones frescas y desacartonadas. Un verdadero “rock de estadios” que en Argentina se vuelve cada vez más local. Su sonido, su pulso rockero y sus letras en pos de un mundo alejado de la crueldad conforman los verdaderos sonidos de la libertad. Un relámpago de grunge en el Siglo XXI que hace pedazos cualquier hipótesis sobre la muerte del rock. Quizás, como dijo Vedder sobre el final, “the next year” sea una nueva oportunidad para que la banda revalide sus títulos.

*Publicado originalmente en la revista Ultrabrit (www.ultrabrit.com)

 

 

Acerca de Pablo Díaz Marenghi

Periodista / Docente / Profesor en Nivel Medio y Superior en Ciencias de la Comunicación Social (UBA) y Tesista de la Lic. En Cs. de la Comunicación (UBA) / Jefe de Redacción de la revista digital ArteZeta (www.artezeta.com.ar) /Colaborador en Arcadia -Colombia- Vice -México, Zona de Obras -España, La Agenda, Revista Almagro, Crisis, Sudestada, Perfil Cultura, entre otros.
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