En el mercado del arte, el término “maldito” suele ser la cifra de un elogio, una identidad en la constelación de estilos. El caso de Enrique Symns, a su manera, es tan paradigmático como particular. Dirigió la revista Cerdos y Peces donde le dio voz a delincuentes, violadores, prostitutas y linyeras ganando tanto admiración como diferentes formas de desprecio; cargó a su cuerpo de excesos y a su prosa de las armas del realismo sucio con la suficiente constancia como para ganarse rápidamente el mote de “Bukowski argentino”, etiqueta que obliga a surfear siempre las olas del mito y la caricatura; hizo que su ex amigo Carlos Solari extendiera su dedo y lo bautizara “Héroe del whisky”; se fue a Chile y fundó la revista The Clinic; se peleó mal con sus compañeros y volvió al país. “Maldito” -para quienes lo leen pero también para muchos de los que lo conocieron-, su nombre fue noticia por estos días. Luego de más de quince internaciones en los últimos años, y una necesaria, costosa -y riesgosa por su salud- operación en ciernes, la semana pasada, amigos, artistas y colegas se juntaron para reunir fondos y homenajearlo. En ese contexto, repasamos la vida de alguien que llevó la filosa etiqueta de “maldito”, sombra de la Argentina cocainómana del post Proceso, hacia un tendal de anécdotas, conflictos y leyendas.
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